Elegir el punto de vista narrativo (POV, por sus siglas en inglés) es una de las decisiones más decisivas —y menos arbitrarias— que enfrenta un autor cuando encara una obra de ficción. Esta elección no solo determina qué se cuenta y desde dónde, sino que moldea la experiencia del lector, define el grado de intimidad con los personajes, influye en el tono global del texto y es, muchas veces, el primer signo reconocible de estilo. Para quienes aspiran a destacar en certámenes literarios, el dominio técnico y estratégico del punto de vista es una herramienta crítica.

Narrador en primera persona

Se vale del pronombre «yo» y sitúa la narración dentro de la conciencia del personaje que narra. La subjetividad lo tiñe todo: no hay hechos puros, sino versiones.

Ventajas: permite una inmersión psicológica profunda, una voz narrativa definida, y una conexión emocional directa con el lector. Ejemplo paradigmático: «Mientras agonizo» de William Faulkner. A través de múltiples voces en primera persona, la novela construye un retrato fragmentado y visceral de una familia que transporta el cadáver de la madre a través del sur rural estadounidense.

Riesgos: la visión parcial puede empobrecer la complejidad de la historia si no se equilibra con una voz rica, matizada y creíble. Un «yo» mal calibrado puede caer en la verborrea o la afectación.

Cuándo elegirla: cuando el conflicto interior del personaje es el núcleo del relato. Delphine de Vigan lo explora con honestidad brutal en «Nada se opone a la noche», donde la narradora reconstruye la vida de su madre desde un yo desgarrado por la memoria. En el ámbito hispánico, «Intemperie» de Jesús Carrasco recurre a un yo contenido y seco que, al relatar su huida por una llanura devastada, concentra la tensión narrativa en la mirada del protagonista. Más recientemente, «Lectura fácil» de Cristina Morales lleva la primera persona a un extremo combativo y provocador, dando voz a personajes marginales con una oralidad desbordante que cuestiona la norma.

Narrador en segunda persona

El menos convencional de los tres. Apela al pronombre «tú», como si el lector (o un desdoblamiento del narrador) fuera quien actúa. Su rareza lo convierte en un recurso potente si se domina con destreza.

Ventajas: puede producir una cercanía incómoda, una inmersión radical o un juego de espejos narrativos. Julio Cortázar lo demuestra en «La noche boca arriba», donde el uso de la segunda persona refuerza la ambigüedad onírica del relato.

Riesgos: si se usa sin justificación interna, puede parecer una pose forzada o experimentalismo gratuito. Mantener la coherencia en novelas extensas requiere pulso firme y conciencia estructural.

Cuándo elegirla: cuando la historia exige descolocar, interpelar o fundir narrador y lector en una sola identidad. En «Tú no eres como otras madres» de Angelika Schrobsdorff, la segunda persona hila la memoria familiar con la urgencia del testimonio. Por su parte, «El asesino hipocondríaco» de Juan Jacinto Muñoz Rengel introduce momentos en segunda persona que funcionan como guiños metanarrativos al lector, desmontando los mecanismos de la ficción desde dentro.

Narrador en tercera persona

El más clásico y versátil. Abarca desde el narrador omnisciente hasta el narrador objetivo, pasando por el limitado. Cada variación ofrece posibilidades narrativas distintas.

  • Omnisciente: lo sabe todo. Permite saltos de conciencia, anticipaciones, comentarios del narrador. En «Los hermanos Karamázov» de Dostoyevski, esta modalidad no solo explora múltiples mentes, sino que despliega una reflexión moral sobre los acontecimientos.
  • Limitado: sigue de cerca a uno (o varios) personajes sin salir de su perspectiva. Cormac McCarthy lo hace magistralmente en «La carretera», donde la voz narrativa, austera y sobria, se alinea con la percepción emocional del padre. En la narrativa española contemporánea, «Patria» de Fernando Aramburu aplica la tercera limitada para construir un mosaico coral: cada personaje ofrece una pieza parcial del conflicto vasco, sin que ninguna contenga la totalidad del relato. También destaca «Las maravillas» de Elena Medel, que emplea una tercera persona cercana para articular dos biografías femeninas a través de las desigualdades de clase y género.
  • Objetivo: sin acceso a pensamientos, el narrador se comporta como una cámara. Hemingway lo emplea en «Los asesinos», dejando que el lector deduzca lo no dicho a partir de diálogos y acciones.

Ventajas: amplitud estructural, polifonía, dominio del ritmo narrativo. Es la forma privilegiada para historias de gran escala o múltiples voces.

Riesgos: puede crear una frialdad excesiva si no se matiza bien la distancia narrativa. Cambios de focalización mal ejecutados rompen la fluidez.

Cuándo elegirla: cuando el relato exige arquitectura compleja, múltiples líneas temporales o exploración coral. En «2666», Roberto Bolaño despliega una tercera persona expansiva, que muta de foco y tono para adaptarse a cada segmento de su novela río.

Cómo elegir el punto de vista adecuado

No hay fórmulas cerradas. La clave está en preguntarse: ¿desde dónde esta historia revela mejor su conflicto?, ¿quién tiene más que perder o ganar al contarla?, ¿qué distancia necesita el lector para conmoverse o para juzgar? Reescribir una misma escena desde distintas perspectivas puede ser un ejercicio revelador: no sólo para descubrir el mejor POV, sino para afinar la propia voz.

Conclusión

El punto de vista no es solo una cuestión técnica: es una apuesta estética, ética y emocional. Narrar bien es saber desde dónde mirar, qué callar, a quién dar la palabra y cómo. Una historia poderosa narrada desde el ángulo equivocado puede naufragar; una historia sencilla contada desde el lugar justo puede brillar. Y en un concurso literario, esa diferencia puede ser decisiva.

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Imagen: Sora AI

Soy Liberato Antonio Pérez Marín

Granada, 1964.
Como autor, firmé la novela Erres —finalista del Premio Nadal 2019— bajo el seudónimo Tomás Marín, en honor a mi abuelo materno. He sido finalista del Max Aub y ganador del V Premio Internacional de Narrativa «Ciudad de la Cruz», entre otros.
Me he dedicado a la enseñanza de la literatura en distintos niveles y he impartido análisis de texto y género de opinión para periodistas, muchos de los cuales están en ejercicio profesional y les sigo con interés.
Viajero por naturaleza, prefiero pasar desapercibido para observar: mis historias nacen de ese detalle que surge por azar y se convierte en revelación.
En este blog comparto relatos inéditos, fragmentos y reflexiones sobre el oficio de escribir, invitando siempre al diálogo literario con quien quiera asomarse.