
(Cómo mostrar en vez de explicar para potenciar la experiencia del lector)
Hay principios de escritura que se repiten como letanías. “Evita los adverbios”, “cuida los diálogos”, “no empieces tu novela con alguien despertando”… Pero pocos tienen tanta mala prensa entre los escritores noveles (y tanta verdad de fondo) como este: show, don’t tell.
“Muestra, no expliques.”
Y el lector, ese lector que a veces nos cuesta imaginar con el libro entre las manos, agradece cada página en la que no se le trata como a un memo.
Porque esto va de respeto: de confiar en que quien te lee sabrá intuir lo que no le dices. Que sentirá lo que callas. Que entenderá sin que se lo des masticado.
I. ¿Y esto de “mostrar” qué demonios es?
Te lo digo directo:
“Decir” es soltarle al lector la emoción o el dato tal cual. Sin anestesia, sin atmósfera.
“Mostrar” es crear una escena, una imagen, un silencio donde esa emoción o ese dato respire y se vuelva creíble.
Decir: Lucía estaba triste.
Mostrar: Lucía cerró la puerta sin hacer ruido, se dejó caer en el sofá y pasó el pulgar por el borde de la taza aún caliente. No encendió la luz.
No he dicho que esté triste, pero lo sabes. Y no porque seas adivino, sino porque el texto te lo ha susurrado en vez de gritártelo.
II. Las diferencias esenciales
Aquí va una tabla sencilla para entenderlo en un golpe de vista:
| Mostrar | Decir |
|---|---|
| El lector lo deduce | El lector lo recibe hecho |
| Usa acciones, gestos, ambiente | Usa afirmaciones directas |
| Crea atmósfera, subtexto | Aporta claridad y síntesis |
| Invita a interpretar | Informa sin ambigüedad |
| Requiere espacio | Es rápido y funcional |
La clave está en el grado de participación que se le concede al lector. Mostrar invita a completar el sentido. Decir resume.
III. Ejemplos prácticos: del enunciado al gesto
1. En vez de decir: “Juan estaba furioso”
Juan colgó el teléfono con un golpe seco. Cruzó la sala sin mirar a nadie, tiró la carpeta sobre la mesa y se frotó las sienes con los nudillos.
2. En vez de: “Estaban enamorados”
Ella le acomodó el cuello de la camisa antes de que saliera. Él le besó la mano sin soltar las llaves del coche. Ninguno dijo nada.
3. En vez de: “Tenía miedo”
Se detuvo en el umbral. La mano temblaba sobre el picaporte. Un crujido lejano la hizo retroceder medio paso.
Nada de adjetivos. Solo acciones, pausas, detalles. Píldoras narrativas que el lector traga sin que se le atragante el “mensaje”.
IV. Cómo aplicar el mostrar sin convertir tu texto en teatro de sombras
1. Piensa en escenas, no en resúmenes
Si algo puede convertirse en escena, hazlo. Si no merece ni una línea más, dilo sin adornos. Mostrar todo es matar el ritmo.
2. Usa los cinco sentidos (y algún silencio)
Tu personaje no solo ve: huele, oye, se araña con las esquinas del mundo. El entorno también cuenta. Y el cuerpo es parte de la emoción.
Se le pegaban las mangas al sudor. El ventilador solo movía el calor de un lado al otro del cuarto. Afuera, los grillos cantaban como si no hubiera tragedia.
3. El cuerpo sabe cosas
Un personaje nervioso no necesita decirlo: basta con que trague saliva, tamborilee con los dedos, sonría fuera de tiempo.
Se acomodó la chaqueta. Otra vez. Ni siquiera hacía frío.
4. Diálogos con tensión, no con titulares
Mal diálogo:
—Estoy muy triste por lo que pasó. Me siento culpable.
Bien:
—¿Guardaste el suéter de Marta?
—Sí. Lo doblé y lo dejé en su cama. No podía… no quería tirarlo.
5. No todo tiene que ser arte contemporáneo
Mostrar es potente, pero no todo merece ser “mostrado”. A veces conviene una frase simple que lo diga y punto.
Durante el invierno, la rutina se volvió más áspera. Hablaron poco.
V. Ejemplos literarios reales: cuando el texto respira sin explicarse
El show, don’t tell no es una ocurrencia moderna. Lo han practicado —a su manera— algunos de los mejores autores del siglo XX y XXI. Veamos ejemplos magistrales:
1. Anton Chéjov (El monje negro)
“Hacía frío. Olía ya intensamente a humo. En el gran huerto de árboles …”
No te dice dónde estás ni cómo se siente el personaje. Pero lo sabes. Y lo hueles. La escena funciona sola.
2. Ernest Hemingway (Hills Like White Elephants)
—No tienes que hacerlo si no quieres —dijo él.
—Pero tú quieres que lo haga —respondió ella.
Hablan de un aborto. Pero no lo nombran. Todo está en el subtexto. Hemingway entendía que lo importante no es lo que se dice, sino lo que no se dice.
3. Toni Morrison (Beloved)
“Aquí —dijo—, en este lugar, somos carne; carne que llora, que ríe; carne que baila descalza sobre la hierba. Ámala. Ámala con fuerza…”
Este pasaje de Baby Suggs no se limita a enunciar un mensaje; lo encarna. El lenguaje físico —la carne que ríe, llora, danza descalza sobre la hierba— transmite una llamada visceral a sentir y vivir la propia existencia. No nos grita “afírmate”, nos hace sentir el peso de la carne, su vulnerabilidad y belleza, y nos reta a amarla. Un ejemplo brillante de cómo mostrar activa nuestra experiencia emocional, sin explicarla.
4. Natalia Ginzburg (Léxico familiar)
Las emociones no se describen: se reconstruyen a través de hábitos, frases, detalles domésticos. La intimidad se muestra sin una sola frase poética.
VI. Errores comunes al mostrar (y cómo esquivarlos sin partirte el alma)
1. Hiperteatralizar gestos
Mal:
Marta se frotó las manos, miró al suelo, suspiró, giró sobre sí misma y se mordió el labio inferior antes de responder.
Mejor:
Marta bajó la mirada.
—No lo esperaba.
Un solo gesto puede sostener toda la emoción.
2. Oscurecer tanto que no se entiende
Mal:
La casa tenía eco. Las sillas aún sabían.
(¿Qué sabían? ¿De qué habla el autor?)
Mejor:
La casa tenía eco. Las sillas seguían dispuestas como si alguien fuese a sentarse en cualquier momento.
Mostrar no es escribir en jeroglíficos.
3. Escenificar lo irrelevante
Mal:
Pedro cruzó la calle, saludó al panadero, eligió con cuidado una barra de pan…
Si no es crucial para la trama, sintetiza.
Mejor:
Pedro volvió con el pan y el ceño fruncido. Algo iba mal.
4. Describir sin carga narrativa
Mal:
El salón tenía un sofá rojo, dos lámparas doradas y una mesa de cristal.
¿Y?
Mejor:
El sofá rojo estaba cubierto con una manta arrugada. En la mesa, dos vasos vacíos y un libro de autoayuda abierto por la mitad.
Cada objeto cuenta una historia si lo colocas bien.
VII. Una pregunta final para cada escena
Cuando estés escribiendo y dudes si mostrar o decir, hazte esta pregunta:
¿Este momento necesita que el lector lo viva, o basta con que lo sepa?
Si lo necesita, muéstralo. Si no, díselo y sigue. Lo importante no es obedecer un mantra, sino narrar con intención.
VIII. Un ejercicio para cerrar
Toma un fragmento de tu novela o relato. Uno donde estés explicando emociones.
Ahora, reescríbelo sin mencionar ningún sentimiento. Solo acciones, gestos, ambiente, diálogos.
Luego compáralos.
Si el segundo te sacude más que el primero, vas por buen camino.
IX. Mostrar es un acto de confianza
Mostrar no es solo una técnica: es una forma de relación con el lector.
Es decirle:
“Confío en que lo vas a entender sin que te lo ponga en negrita.”
Y eso, créeme, se nota.
Y se agradece.
© 2025 Liberato
Todos los derechos reservados.
Imagen: Sora AI

