/*! elementor – v3.7.8 – 02-10-2022 */
.elementor-widget-image{text-align:center}.elementor-widget-image a{display:inline-block}.elementor-widget-image a img[src$=».svg»]{width:48px}.elementor-widget-image img{vertical-align:middle;display:inline-block}

El salón de usos múltiples de la Urbanización Golf- Playa Premium Gold 15 alcanza media entrada de aforo en la primera convocatoria de la reunión anual de propietarios.

Hace una semana el timbre de la puerta avisó a Carmela que se estaba preparando el té verde de las ocho de la tarde.

─ Recuérdame que pase por la ferretería. ─ Le pidió a Pacho, el guacamayo, que la observaba atento de un lado y de otro, por turnos.

Con la taza humeante en la mano izquierda, giró el picaporte y descubrió el rostro sonriente de Rosario, la vecina del bloque 3, puerta 4B.

─ Hola, soy la presidenta de la comunidad de propietarios y vengo a traerle el comunicado de la convocatoria para la reunión de propietarios del próximo viernes.

Carmela intuyó que la amabilidad de entregarle en mano el folio fotocopiado no era algo que Rosario hiciera con cada una de las cien viviendas de la urbanización.

─ Punto dos, doña Carmela.

Nadie la llamaba así desde que dejó de ser la directora del centro escolar Les Foietes de Benidorm.

─ Un vecino quiere que la obliguemos deshacerse de su loro por las molestias que ocasiona y se quiere basar en la Ley de Bienestar Animal, alegando que es un pájaro invasivo, no autóctono de la fauna española.

─ No es un loro, es un guacamayo. Es más grande y tiene la cola más larga.

─ Doña Carmela ¿me ha oído?

─ Sí hija, que un espécimen aborigen quiere que exilie a Pacho porque entiende que le está arrebatando su espacio.

La presidenta sonríe.

─ Y ¿a santo de qué me traes con antelación este documento que podría haber consultado, si quisiera, en el tablón de anuncios?

Rosario vuelve a sonreír.

─ Si es la mitad de inteligente de lo que creo que es, no hace falta que le responda. Que tenga una buena tarde.

El salón se mueve al son del murmullo de los corros. Pasan quince minutos de la hora de inicio y la presidenta hace un gesto al administrador de la finca, un mastodonte con mucho verbo y poco gusto a la hora de vestir.

─ Por favor, firmen el documento que certifica su asistencia.

Un folio arrugado pasa de mano en mano, entre el auditorio ya sentado, hasta llegar a Carmela, que cuenta diecisiete firmas.

─ ¿Me pasas el bolígrafo?

Pedrolas, el vecino del bloque 1, primer piso letra A, le ofrece el bolígrafo que el administrador ha facilitado para la firma.

─ Tomasito el del segundo lo ha chupado, tenga cuidado, ese tiene de todo menos vergüenza. ─  Le advierte mientras le guiña un ojo.

Carmela hace un mohín de asco y traza un garabato sobre la celda que lleva su nombre.

─ Bien, damos comienzo a la reunión de octubre, en segunda convocatoria a las ocho y diecinueve minutos de la tarde. Asisten dieciocho propietarios por lo que tenemos suficiente quorum.

─ Yo represento a cinco propietarios más.

─ Entendido, Gabriela, como siempre.

─ Los represento.

─ Sí, lo entendemos, Gabriela, como siempre.

─ Ellos votan lo mismo que yo.

─ Sí, Gabriela, sabemos que votarás en su nombre, pero si eres tan amable, continuamos con la lectura del orden del día. Primer punto, revisión del estado de cuentas; punto dos, ejem, solicitud de expulsión de mascotas aéreas no autóctonas y punto tres, renovación de los cargos de presidencia y vicepresidencia de la Comunidad de Propietarios Golf- Playa Premium Gold 15.

Rodrigo Manzanete Butrón se pone en pie.

─ Creo que las cuentas las hemos visto todos, todas y todes los vecinos, vecinas y vecines, con el documento que nos has pasado por correo electrónico, y todo está más que controlado y claro, por lo que propongo pasar al punto dos, el más grave en mi opinión, y que en mi entendimiento he propuesto para votarlo.

─ Antes de votarlo, habrá que discutirlo. ─ Apunta Rosario.

─ Creo que quedan claros los términos en los que planteo el punto dos, además traigo conmigo cinco votos que sumados a los de Gabriela, hacemos diez propietarios, propietarias y propietaries partidarios, partidaria y partidaries de que la dueña o dueñe del loro se desprenda de él por atentar contra la Ley de Bienestar Animal ya en vigor.

─ No es un loro, es un guacamayo.  ─ Aclara Carmela. ─  Y no es mascota, es compañero de piso.

Diecisiete pares de ojos se clavan en la profesora jubilada.

─  Una pregunta señor proponente.

─ Rodrigo Mazanete Butrón, si no le importa.

─ Disculpe, soy propietaria reciente y aún no conozco a todos los indígenas.

La presidenta sonríe divertida y se acomoda en la silla de plástico blanco preparada para el espectáculo que sin duda va a presenciar.

─ A ver señor Manzanillas, usted parte del hecho de que Pacho, aquí presente es una mascota.

─  Manzanete, y sí, entiendo que es una mascota o mascote.

─  Disculpe mi error, señor Manzanita, entiende usted que Pancho que es un guacamayo es un ser sintiente.

─ Manzanete, por favor, y sí es un ser sintiente.

─  Estupendo. Señor Mancebo, pues si es un ser sintiente tiene sentimientos.

─ Señora, me llamo Manzanete, por favor, y sí tiene sentimientos.

─ Genial, disculpe mi error, señor Amancebado, pues si tiene sentimientos puede expresarlos.

─ Sí señora, puede expresarlos, pero por favor no me cambie más de apellido.

─ Estupendo, entiendo también que, de momento, la señora presidenta y el administrador de la finca son autoridad en la reunión.

─ Así lo entendemos.

─ Son como los notarios y registradores de la comunidad.

 ─ Sí, señora, así lo entiendo. ¿Gabriela, tú como representante de cuatro vecinos más lo entiendes?

─ ¿Cómo? ¿No entiendo lo que decís?

─ Da igual, sí señora todo el mundo lo entiende.

─ Veo que habla en nombre del pueblo votante de la Comunidad.

─ Sí, de todos, todas y todes.

Algunas risas se escapan entre los asistentes.

─ Pacho ¿quieres hacer alguna declaración formal?

El guacamayo oscila sobre el hombre de Carmela de una pata a la otra, alza el pico y repite lo ensayado en casa:

─ Me llamo Pancho y me perrrcibo humano.

Media hora más tarde salen todos del salón. Rosario acompaña a Carmela. La joven sonríe abiertamente.

─ Mañana me paso por su casa para llevarle la carpeta de presidencia con los contactos, el planning semanal y el historial de la comunidad.

La profesora la escucha sin dejar de vigilar a Mazanete y Gabriela que mastican la decepción mlahumorados. Por un momento, ha creído escuchar de la mujer un contundente “no me va a gustar nada de lo que haga y pienso boicotearlo”.

─ Lo que me ha parecido espectacular, le tengo que confesar, es que la mayoría haya aceptado al loro como vicepresidente.

─ No es un loro, es un guacamayo que se percibe humano, no lo olvides.

Texto: ©Liberato 2022.

Fotografía: ©Garry Winogrand. Exposición Universal de Nueva York. 1964. Fraenkel Gallery San Francisco.

Soy Liberato Antonio Pérez Marín

Granada, 1964.
Como autor, firmé la novela Erres —finalista del Premio Nadal 2019— bajo el seudónimo Tomás Marín, en honor a mi abuelo materno. He sido finalista del Max Aub y ganador del V Premio Internacional de Narrativa «Ciudad de la Cruz», entre otros.
Me he dedicado a la enseñanza de la literatura en distintos niveles y he impartido análisis de texto y género de opinión para periodistas, muchos de los cuales están en ejercicio profesional y les sigo con interés.
Viajero por naturaleza, prefiero pasar desapercibido para observar: mis historias nacen de ese detalle que surge por azar y se convierte en revelación.
En este blog comparto relatos inéditos, fragmentos y reflexiones sobre el oficio de escribir, invitando siempre al diálogo literario con quien quiera asomarse.