Mientras ella trazaba líneas y líneas que venían a cerrarse en dibujos que adornaban las paredes olvidadas de edificios ruinosos, Lucía siempre creyó que su hermano apoyaba la cabeza en el muro para percibir lo que aquellas figuras de tiza se relataban entre sí con palabras de adobe.
Cada vez que su hermana dibujaba en los paredones de aquellos edificios gastados, Tonete se entretenía en acercar su oído a la sombra que volcaba sobre la pared. Su intención era que esta le contara qué ocurría al otro lado, pero nunca obtenía respuesta, tal vez, porque su sombra también se aproximaba para que el niño le descubriera cómo era vivir en este margen.
Texto: Liberato 2019 ©
Foto: Robert Doisneau




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