
Las briznas de calor se mezclan con el sudor del Seat 600 abierto en canal por las ventanillas diáfanas. El calor entra, se embalsa y sale por el mismo sitio. El niño observa el paisaje que se escabulle en su particular efecto doppler. El hombre conduce y piensa qué será de ese adulto incipiente que tiene a su lado, porque la vida se le echará encima como lo ha hecho con él. Por un momento los dos pensamientos se encuentran en mitad del desierto de Tabernas, junto a la hilera de coches y caravanas de un set de rodaje.
– Papá, de mayor quiero ser vaquero.
– Hijo, los vaqueros son los que conducen vacas de una granja al matadero, lo de los tiros son para defender la carne, y lo de los indios es adorno. Mejor funcionario.
– ¿Qué es funcionario?
– Es un señor que pone sellos.
El niño se imagina toda una vida lamiendo el reverso amargo de interminables estampillas para colocarlas geográficamente en la esquina de sobres blancos, sepias o azules. No, no es un buen futuro.
– Prefiero, entonces, llevar diligencias, aunque no haya tiros ni indios y solo tenga que llevar gente de un pueblo a otro.
El hombre imagina al hijo conduciendo un autocar con las horas de volante cargadas sobre los hombros que cada día pesan más.
– Esos se pasan el día de un lado para otro, es aburrido y muy cansado.
El pequeño se imagina siempre conduciendo la misma digilencia, a las mismas caras en los mismos lugares.
– Entonces me compraré una bici para llevar a mi novia de paseo.
El hombre se sorprende.
– ¿Ya tienes novia?
El niño se da cuenta de que la vergüenza se le ha unido a las briznas de calor que se mezclan con el sudor que ahora se le derrama a borbotones.
Liberato 2018
Foto: Robert Doisneau. Le Baiser Blotto. Paris 1950.


