
Eran tiempos en que mi madre insistía en que no jugara con la cuchara. «Cada herramienta tiene su función», comentaba mi padre cuando, durante las mañanas de sábado invernales, le ayudaba a preparar la cera para las colmenas. «Ellas descansan ahora, nosotros trabajamos», añadía en su hilo de mentor de vida. Yo pensaba: «… y después les robamos», al tiempo que limpiaba con el cuchillo la cera vieja adherida a la madera.
Pasado el tiempo, tengo la convicción de que solo me enseñaban el camino de entrada al mundo adulto, en el que la imaginación se queda atrapada por los alfileres de la productividad.
Pronto lloverá y será momento de pisar charcos, no sin antes comprobar que nadie me observa.
© Liberato 2018
Fotografía: Lothar Sauer, Berlín, 1957


