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Primer día de clase

Primer día de clase

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La mañana huele a lápiz de cedro, a papel y a libros recién estrenados. Es el mismo olor de todos los años, el que avisa de que todo comienza desde cero con su pistoletazo habitual, el chasquido de la regla de don Pedro en la mesa de cualquiera de los alumnos, que sobrecoge el corazón y aviva el silencio del grupo.

Aún no están gastadas las esperanzas de que Emilio, el compañero de mesa desde el jardín de infancia, tenga una actitud menos irritante y es que el bueno de Antonio es un idealista; aun no ha aprendido que la gente mejora o empeora, pero nunca cambia, ya se lo dijo don Manuel, «el que nace golfo muere golfo», pero Antonio no tiene la experiencia vital del jefe de estudios, de modo que de esperanza también vive el iluso.

Por desgracia la clase es la misma y eso no ayuda a saborear que ha pasado un año, que los zapatos son más grandes y que se abre un curso inmenso para sobrevivir a las calificaciones, al profesor de lengua y su insufrible hábito de querer ser simpático y, por supuesto, a superar la presencia de Emilio, que cree con firmeza que su intestino grueso es una obligación para el resto de los compañeros

Son casi diez meses para esquivar a los mayores que huelen a tabaco y bofetada, para saltar sobre las mates para desembarcar en el cómic travestido de atlas geográfico, para alejarse del profe de educación física, porque rezuma desconfianza.

La mañana huele a lápiz de cedro chupado entre número que marean, porque don Luis no se ha preocupado de explicar para qué demonios sirve esa operación, cuando entra María, «la nueva compañera recién llegada, tratadla bien, viene del norte, niños».

Antonio abre su agenda escolar, busca el día presente y dibuja un círculo con dos puntos por ojos y una curva por sonrisa.

Foto: L’información scolaire, París 1956 – Robert Doisneau

Liberato ©2016

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Soy Liberato Antonio Pérez Marín

Granada, 1964.
Como autor, firmé la novela Erres —finalista del Premio Nadal 2019— bajo el seudónimo Tomás Marín, en honor a mi abuelo materno. He sido finalista del Max Aub y ganador del V Premio Internacional de Narrativa «Ciudad de la Cruz», entre otros.
Me he dedicado a la enseñanza de la literatura en distintos niveles y he impartido análisis de texto y género de opinión para periodistas, muchos de los cuales están en ejercicio profesional y les sigo con interés.
Viajero por naturaleza, prefiero pasar desapercibido para observar: mis historias nacen de ese detalle que surge por azar y se convierte en revelación.
En este blog comparto relatos inéditos, fragmentos y reflexiones sobre el oficio de escribir, invitando siempre al diálogo literario con quien quiera asomarse.