El sopor de la tarde cubre con su manta gruesa el cuerpo de los gemelos. Teddy aguarda, con las patas cruzadas, a que la actividad se reanude, tras la mañana de intensas carreras y juegos en espiral.
Los hermanos, inmersos en sus sueños líquidos, no son conscientes de la fugacidad del momento, de la circunstancia concreta, que jamás volverán a repetirse.
Tal vez sea mejor así, para esquivar el vértigo.
Solo el oso Teddy conoce el secreto; es el único de los tres amigos que sabe la fecha de su caducidad, la que marca la frontera entre la infancia y la adolescencia.
Cuando despierten, habrá merienda, recomendaciones de no acercarse a la alberca, de que el camino es peligroso, de que, en definitiva, la vida también lo es, pero qué hacer sino vivirla, porque cuando termines este relato ya no serás el mismo, la misma que aquel o aquella que empezó a leerlo.
¡Carpe vitam!
Liberato ©2016
Foto: László Moholy-Nagy: Siesta de 1926




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